Él era un secreto esperando ser contado.
Yo era una historia en espera de ser escuchada.
Me ofrecí como la voz.
Él como el oyente.
Pero de eso,
no salió ningún sobreviviente.
Desde pequeña me habían inculcado que mentir era algo malo, pero a medida que fui creciendo, me olvidé de esa regla y caí en cuenta de que mentir, era algo necesario para sobrevivir. O eso creía, hasta que me topé con Nicholas Holt.
Ambos quisimos curarnos el uno al otro, cuando por dentro, estábamos completamente rotos. Nos tratamos de armar, de curar, y cuando solo nos queríamos amar, las mentiras vinieron para arruinar nuestra paz.
Los secretos que cargamos en nuestra espalda por tanto tiempo, fueron revelados. Pero, ¿cómo iba a saber eso yo, mientras estaba a su lado? Dolía recordar cada frase, cada caricia, cada recuerdo que vagaba en mi mente, pero lo que más dolía era cada vez que lo reconocía, cada vez que reconocía que era un mentiroso.
Un buen mentiroso.
Las votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aquel chico que se burlaba de mí por mi sobrepeso y al que ahuyenté cuando decidí defenderme. Mi encuentro con él y mi comentario imprudente en la fila para votar es el inicio de una propuesta que no puedo rechazar, así como tampoco puedo negar la profunda atracción y el inmenso deseo entre los dos.
De la noche a la mañana me he vuelto la futura dama y también he descubierto que soy la obsesión del presidente.