Cuenta la historia de mi gente, que hace casi cien años, un científico llamado Nolan Keir, apenado por el llanto de su hija cuando su gato Gus, de apenas cuatro meses, murió, invirtió todo su tiempo y dinero para encontrar una manera de saber cuándo y cómo morirían nuestras mascotas. Según creía, el conocer la fecha exacta de la muerte nos ahorraría muchas lágrimas y pesar. El proyecto Caducity empezaba a ser una realidad, pero como suele suceder con estas cosas, lo que en un principio fue un experimento aislado, terminó por convertirse en una práctica habitual en humanos. Ahora, en el 2098, todos los padres conocen la fecha del ocaso, como se llama a nuestras últimas horas de vida, de su hijo recién nacido, al igual que ese hijo, al cumplir los dieciocho años, puede escoger entre la revelación o la omisión de su muerte, si es amante de lo imprevisto. Todos sabemos cuál va a ser nuestra fecha de caducidad y todos parecemos estar conforme con ello.
4 parts