- La buena fe... - el anciano hizo una pausa, respiró lo más profundo que pudo y con una diminuta lágrima posándose en su arrugado párpado, añadió - siento en el alma decirte, mi muy respetado amigo, que es de las cosas más irrisorias y sensibles, escasamente encontradas en el corazón de algunas personas. No he logrado superar, ni mucho menos entender por qué - el sufrimiento del anciano se reflejaba con más fuerza en su triste mirada cada vez que una palabra brotaba de su boca - mi amada perdió esa buena fe en mí... esa confianza..., me lo he preguntado durante los últimos cincuenta años, - el joven lo miraba atónito, parecía comprender y casi lograba degustar el amargo trago que el anciano compartía desconsoladamente con él - cincuenta miserables años. Mi cuerpo ya no resistirá mucho más, lo sé, pero no me importa - tomó una vieja y apolillada silla y se sentó, lenta y pesadamente, como si aquellas perversas palabras materializaran su sentir -, muerto he estado desde el mismo momento en que la confianza tomó sus maletas y se largó, los siguientes días estuvieron colmados de un silencio hiriente, un silencio que gritaba desde lo más profundo de su impetuosa mirada. Luego ella se marchó dejando mi alma vacía, y poco a poco la fui llenando... - el anciano apretaba los dientes con todas sus fuerzas al decir estas palabras, después hizo otra pausa, ésta vez más larga, hasta que por fin rompió en llanto. Gemía, suspiraba y se lamentaba con un sentimiento tan fuerte que hizo que los ojos del joven se llenaran también de lágrimas, y después continuó - la fui llenando de dolor y sufrimiento. Ahora sólo quiero descansar.
V.M.B.M. (01/07/2015)
Cuadro de Vincent Van Gog - "Anciano Llorando"