Víctor era un chico daltónico que vivía en un cubo rubik. Su vida consistía en intentar resolver el enigmático desafío en el cual se hallaba cada segundo, de cada día. Transitaba un mundo de color y movimiento. Respiraba curiosidad y exhalaba ideas. Un sueño de aventuras sin fin, condenado a jugar libre por siempre. Un paraíso de utopías infantiles concretado de nacimiento. Un parque de diversiones gobernado por la voluntad, sin ningún tipo de limitaciones, regido por la mera felicidad y su inmutabilidad. Todo era perfecto.
Sin embargo, la eternidad es muy breve, y llegado el día, hay que despertar...