Hasta que sonrías por mí

¿Cómo puede una vieja lata ser el detonante de un par de tragedias?

En el recóndito precario de Infiernillo, Luxel Morettic se las arregla para sobrellevar su vida a pesar de las limitadas condiciones en las cuales vive. Con una familia separada, pésimas notas y un humor poco favorable, gracias a sus recientes divagaciones, no puede sentirse peor cuando atropella a un inocente animal.

Por causa de ese incidente Lu conoce a Isamu Isenhower, un chico de mirada apagada y frases tristonas, que parece estar tan perdido como ella. Lu se decide a iluminar sus ojos con la chispa de la alegría. Pronto comienza a idear un montón de planes disparatados para ayudarle, los cuales no resultan muy bien.

Los intentos fallidos no cuentan. De todos modos, Luxel no piensa detenerse hasta que él sonría por su causa.