Lo veo. Veo lo profundo que es. Las cosas eran más sencillas cuando no parecían serlo; las cosas eran más sencillas cuando el niño del espejo tenía los ojos tiernos y la mirada en sí. Temí por lo que llegaría con los años duros y bellos de la adolescencia, recordé los ojos que me enseñaron el universo en solo un segundo y obligué a mis sentimientos a ocultarse en mis labios. Tal vez no fue un buen escondite. Mi nombre es Charlie y no quiero que corras de mí.