Mirar a la luna y saber que refugia amantes frenéticos, músicos de calle y tus suspiros de poesía. Y sentir que protege con su manto de estrellas y cubre tus dudas. Te da la mano y sonríe antes de marchar. Te pide que no la olvides, y tampoco a tí mismo; que en dos sueños y unas horas volverá a tu lado y con su luz impulsará tus palabras, aquellas que tú mismo crees vacías. La admirarás. Y es entonces cuando surgen escritos nocturnos que acercan tus deseos más profundos a los ojos de la luna.
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