Mi nombre es Roger, no soy nada común, a comparación de los demás. Mi vida tampoco es tan interesante, me la pasó haciendo trabajos que otros no quieren o temporales, por una paga mínima o lo suficiente como para comer... Pero ante todo esto, no me quejo, no soy como otras personas que odian su vida o desearían estar muertos.
Como todos los domingos por la noche, regresaba de la taberna, obviamente no tenía el dinero suficiente como para beber mucho y embriagarme, pero con unos cuantos tragos me conformaba. Rumbo a lo que se podría llamar mi casa, pasaba por el muelle, los faroles apenas e iluminaban las calles, por lo cual se podría apreciar a la perfección las estrellas, la brisa era maravillosa, el sonido de las olas relajante y el hermoso brillo de la Luna en el horizonte. Pero todo fue interrumpido, ante el sonido de múltiples disparos, provenientes de la ciudad y los cuales se aproximaban, yo por el miedo me oculte tras unos barriles.
Jae-ji siempre había tenido el control. Era la mejor en todo y nadie se atrevía a desafiarla... hasta que llegó Seulgi.
Lo que comenzó como un intento de dominarla se convirtió en su mayor derrota: en privado, era Seulgi quien tenía el control, y Jae-ji no solo lo aceptaba... lo adoraba. Entre celos, provocaciones y un juego de poder inesperado, Jae-ji descubrirá que ceder nunca estuvo en sus planes, pero con Seulgi, tal vez siempre estuvo destinado a suceder.