Al otro lado de las vías

Somos dudas y miedos cuando te sientas enfrente cada día y mi corazón pregunta por ti. "Tranquilo" es todo lo que puedo decirle cuando me miras.

Siénteme. Como éramos antes de perdernos: dos idiotas cayéndose al compás, cigarro y café, amor sin versos, felicidad latiente, locos que brillaban por su estupidez y prosopoética ausente.

¿Cuál fue el momento de perderte? No llevaba armadura para no dolerte.
Éramos y tenemos que dejar doler lo que un día fue nuestro: publicidad engañosa, quizás para un corazón impulsivo y cansado de la subida de alquiler a cambio de la soledad eterna.

Días de otoño que morían en tus primaveras. Me habituaste a tus abrazos y me dejaste en guerra, a llegar a deshora y saber que me estarías esperando, a las sonrisas que acababan los viernes a última y al amor sin barreras con horario de oficina. Y yo sin saberlo, tan solo puedo recordar la navidad describiéndote como la chica de ayer que nunca se quiso recorrer Madrid de mi mano, a la que le sobraba la complicidad de los días de diario y a la que nunca volveré a abrazar.

Te sientas y nos escondemos al sentir. Te quiero y el miedo se apoderó de mí. Disimulamos inseguros y yacemos al podernos latir.

Éramos y aunque nunca le supe poner nombre, solo sé que te quiero a morir. Quizás nunca necesité porqués para quererte en mi ser. Sin embargo, tampoco te lo supe explicar cuando te fuiste y ahora no puedo evitar necesitarte al verte aunque sepa de sobra que tú tan solo eres la chica de enfrente.