A poco de cumplir sus 24 años, Florencia Estrella estaba todo lo bien que nunca creyó poder estar. Después de superar los duros golpes que la vida le había dado, esta había parecido darle un descanso y todo se sintió estable y seguro por un momento. Hasta esa noche. Siempre fue todo un paradigma de persona, era ecléctica e indescifrable. Tenía una personalidad demasiado amplia y cambiante que le hacía creer y desconfiar con la misma fuerza sobre miles de cosas. Una de ellas: el amor. Las vueltas del destino le habían demostrado lo engañoso que podía llegar a ser este sentimiento y como podía destruirte en mil pedazos antes de que incluso puedas verlo venir. Aunque de todas formas, eso no le había impedido convertirse -aunque intente negarlo con firmeza- en una romántica empedernida secretamente, o algo así como secretamente. Estaba locamente enamorada de los personajes de las películas, pero así también sabía que esas cosas no sucedían en la vida real. Lo había visto, y sabía que no había nada que hacer al respecto. Tampoco creyó necesitarlo nunca, hasta que se cruzaron sus miradas. Jazmín Del Río era una mujer que creía tener su vida resuelta: tenía un lugar donde dormir, una empresa saliendo a flote y la compañía necesaria en el momento necesario. No necesitaba de nada ni de nadie, se tenía a sí misma y estaba conforme con eso. Con una personalidad algo distante y arrogante nunca creyó que se podía preocupar por alguien que no sea ella o su muy reducido círculo de familiares y amigos. Pero al ver a esa chica en el estado vergonzoso que estaba y en los muchos problemas que parecía estar metida no pudo evitar ir en su rescate.