Tomás Becket, arzobispo de Canterbury, es asesinado en 1170 por orden de su rey, por no querer someterse a las Constituciones de Clarendon, y cae, atravesado por las espadas, al pie mismo del altar de cuya iglesia es supremo sacerdote. Este hecho de la historia medieval es narrado por Eliot con un aire de grandeza antigua, en escenas de ritmo lento, parsimonioso, que al mismo tiempo poseen una gran tensión y majestad a medida que se aproxima el trágico