El golpe estridente de sus nudillos contra la puerta me sacaron de balance. Mis piernas temblaban y mis manos sudorosas estaban. El olor que emanaba el piso era putrido, algo así como veneno para ratas, tanto así, que mi cabeza empezó a doler de lo fuerte que estaba. Las paredes se achicaban con el transcurrir del tiempo, y ya no aguantaba ni un minuto más. -No tengas miedo.- "No tengas miedo". ¿Cómo puedo no tenerle miedo al terror que causó yo misma?. Ambos, abrazados uno contra otro, nos soportabamos con la pasión que solo entre nosotros podría existir. Porque sabíamos perfectamente bien, que éramos nuestra propia pesadilla, y no sólo eso; éramos nuestra propia salvación encarcelada únicamente en el contrario. YoonGi era mi ángel disfrazado de demonio, y así quería tenerlo por la eternidad.