Ella, quien no le temía al sobrevalorado espacio-tiempo y se trasladaba a épocas inimaginables con cada paso que resonaba bajos sus pies. Ella, que cada cierta cantidad de años veía morir y nacer al amor de su vida una y otra vez. Ella, la joven e inmortal dadora de tiempos; frívola como nadie y rota como cualquiera. Que nada le impresionaba, decía su rostro inflexible. Pero había algo que la dadora de tiempo simplemente no podía controlar con el pasar del tiempo, y ya era hora de liberarlo.All Rights Reserved
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