EDWARD

Nueva Orleans, 1963.

En esta ciudad, dicen que el aire está impregnado de música... y pecado. Las casas respiran secretos, y las paredes escuchan más de lo que deberían.

En una de esas casas, con ventanas altas y cortinas de encaje, vive Wendy Miller, la hija menor de una familia aparentemente perfecta a los ojos de todos, pero hecha de grietas y silencios por dentro.

De día, el apellido Miller brilla como el oro. De noche, suena a puertas que se cierran y voces que se quiebran.

Su madre, Margaret, nunca la mira sin desprecio. Su hermana, Loren, nunca deja pasar una oportunidad para recordarle que no encaja. Y su padre, John Miller, la única voz que la defiende, parece cada vez más cansado de pelear con los fantasmas que su familia arrastra.

Wendy no conoce la verdad, pero toda su vida ha sentido que algo no encaja en esa casa, como si ella fuera una intrusa en su propia historia.

Tal vez por eso, cuando decide inscribirse en el programa de cuidados especiales, no lo hace solo por curiosidad o rebeldía. Lo hace porque algo dentro de ella la empuja a huir, aunque no sepa de qué exactamente.

Y es allí, en aquella institución silenciosa donde el tiempo parece detenido, donde lo encuentra a él: Edward.

Un joven con una mente distinta y una tristeza antigua, con una mirada que parece recordar cosas que nunca dijo. Desde el primer encuentro, Wendy siente una conexión inexplicable, como si, sin saberlo, él guardara la pieza que le falta a su historia.

Pero nada en Nueva Orleans es tan simple como parece.

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