Jhon Laurens no era entrometido, prefería mil veces pasar por un costado para esquivar problemas ajenos, e incluso hacer oídos sordos cuando alguien, que no fuese cercano, le pedía un pequeño favor. Acostumbrado ya estaba a rechazara a la sociedad. "No podría importarme menos" era su mantra, y le había funcionado bien hasta el momento. Aunque... apareció una repentina excepción para todo lo anterior. Y esa excepción tenía nombre y apellido. Alexander Hamilton.