- Vos no sabes como te necesitó - dijo Deila, con lágrimas en los ojos. Sintiéndose culpable de absolutamente todo, por el golpe que le dieron a él amor de su vida, de sus torpezas, de estar puramente enamorada de él.
- Deila - suspiró Federico, con la bronca por los aires - Vos ya sabes como es todo esto - la miro seriamente, y después miro su brazo, sostenido por la enana - No.. No siento nada por vos, fuiste solamente unas ganas y listo, aceptalo. Además, siempre tenes miedo a todo, apuesto que ahora mismo debes tener miedo.
- ¡N-No tengo miedo! - Gritó, logrando llamar la atención de algunas personas en las atrás de de las cancha de voley, logrando que esta se ruborizara y bajará la cabeza, con timidez y culpa.
Una risa sutil salió de éste - eso pensé, dei - dijo, y esta la miro con vergüenza, y lo único que hizo Fede fue sacar su brazo del agarre - ¿Sabes que Deila? Vení a buscarme, cuando dejes de tener miedo - la obligo, apuntando el dedo al piso.
Y solamente se fue.
Dejando a la pelirroja con lagrimas en los ojos.
Un libro demasiado Argentino.