No obstante se dieron cuenta de que definitivamente algo sucedía, cuando un fenómeno de poltergest se desató en su domicilio. La radio se prendía y se apagaba sin que nadie interviniera. Las sillas y otros muebles eran arrastrados en la noche, las cosas se caían sin más y por si esto fuera poco, los ruidos extraños se extendieron a las otras estancias. El problema alcanzó tal magnitud que pronto, los Tallman accedieron a llamar a un pastor para bendecir la casa, lamentablemente en vano.
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