"- ¿Qué creen que están haciendo?" El suave tintineo de las primera gotas de lluvia golpeando al suelo calmó un poco su desenfrenado corazón, pensó que mientras caminaba sin rumbo por algún tiempo entonces encontraría el verdadero camino que debía seguir para ya no sentirse tan destrozado. Ahora solo era un chico perdido, sin sueños ni aspiraciones, con un corazón medio roto y una mascara adherida a su alma que nadie jamas podría arrancar. ¿Cierto? Eso creía, el azabache creía fielmente que su frialdad lo congelaría todo. Y todo indicaba que así iba a ser. Alejaba a todos. A todos menos a 𝐞𝐥. Recordó como su cabeza se ladeaba un poco cada vez que lo observaba, sus cabellos azules se movian al compas del viento y sus ojos castaños lo miraban con curiosidad, no con lastima, ni enojo, solo estaban llenos de una curiosidad muy peligrosa.