A los 15 años conocí a mi peor enemigo. Sólo que Tristan era también el hijo de la nueva esposa de mi padre. Y eso nos obligaba a vivir en la misma familia, aunque no tuviésemos ningún vinculo de sangre. Entre nosotros, la guerra estaba declarada. Y no aguantamos ni dos meses bajo el mismo techo. A los 18 años, el rey de los idiotas regresa del internado a donde fue enviado. Tiene su diploma en el bolsillo, los ojos más penetrantes que puedan existir y una sonrisa insoportable que tengo ganas de borrar de su cara angelical. O de besar sólo para hacerlo callar. Entre Liv y Tristan, ganará quien logre resistir por más tiempo. Sin rendirse. Sin cometer un asesinato. O peor aún, sin enamorarse perdidamente del otro...