Estirada en el sillón de la sala de mi casa observo la ventana, y a través de ella los árboles que adornaban mi patio, podía ver cómo los perros jugaban, incluyendo a mi perrita. Siento que la puerta de la reja que "protege" mi casa, la de mi abuelo y la de mi tía, se abre, me levanté con pereza a mirar y logre divisar a mi mamá entrando con varias bolsas, acompañada de una señora, desconocida para mí, pero habia álgo en ella que se me hacía familiar.
-Hola bebé, ¿Cómo estás?- se acerca a mí y me da un beso en la mejilla, luego de eso, entró a casa-.
-Hola mamá- Sonreí álgo forzada, aún observando a la señora que cerraba la puerta de la reja con dificultad por las bolsas que colgaban de sus muñecas. Ni me tomé la molestia de ayudarla y entre a casa.
-Mamá- Me dirigí a la cocina, dónde mi mamá se encontraba-.
-¿Ah?-Cuándo estaba lo suficientemente cerca pude ver que colocaba mi colación del colegio en la nevera-.
-¿Quién es?- Refiriéndome a la señora-
- Una amiga, se llama Cristina- Sonríe y justo llega la supuesta Cristina-
-Hola Caro~ -Me sonríe- Estás grande niña-.
Ha.. - Sonreí falsamente, mire a mi mamá-
¿No te acuerdas de mí?- Dijo ella-.
No -Me sinceré-.
Vaya.. - Sonríe dolida - Bueno.. No importa.. ¿Cómo has estado? ¿Qué has echo?-.
Y allí, fue dónde todos mis pensamientos se fueron, toda mínima preocupación se esfumó dejándome completamente nula.. ¿Cómo he estado? ¿Qué he hecho?
Sólo.. vivo - Me limité a responder, mi mamá obviamente mirándome álgo extrañada, y ella, cómo si fueran un animal exótico.
En la cima de la montaña, el aire es más frío y el silencio más ensordecedor. No es solo la nieve la que cae en el descenso, también lo hacen las certezas y los miedos. En el mundo del snowboard, cada salto es un riesgo y cada curva puede cambiarlo todo.
Sue Harper ha pasado su vida deslizándose entre expectativas y sueños, buscando algo más que aplausos: la certeza de que su lugar en la cima le pertenece. Pero cuando la línea entre la ambición y los sentimientos se vuelve borrosa, el verdadero desafío no está en la pista, sino en mantener el control cuando el corazón quiere lo contrario.
En un espacio donde la lealtad, la rivalidad y la libertad chocan como avalanchas, aprender a confiar puede ser más peligroso que cualquier caída. Porque el hielo guarda secretos, y a veces, lo más difícil no es llegar arriba... sino no perderse en el camino.