El grupo de amigos empezó a reír desmedidamente por el disparate que había dicho, mas, el muchacho enmudeció. Retiró su mano como si le quemara lo que estaba tocando. La sombra de la muerte rodeaba su cabeza. Había provocado que los cuervos se estremecieran por mi anuncio, llegarían hasta él antes que dijera sus últimas palabras. - ¡¡¡No!!! Déjala. Vamos. Vete ¡Vete! ¡Vete! ¡¡Ahora!! El chiquillo corrió hecho un poseso del miedo. Algunos muchachos que lo acompañaban salieron tras suyo. - Ya te había dicho que en mi bar no. ¿Estás loca o qué te pasa? El salvador de humanos volvió a su posición de barman. Tomó una botella de whisky, un par de hielos y me sirvió la dosis correspondiente.
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