Los hijos del aire inclinaron la cabeza, entre ellos un ave de plumaje azul como el cielo antes del atardecer, plumas de belleza inmortal y valor precioso. Su preciosa cabeza se movió leve hasta fijar las pupilas en el que dirigía a los hombres a caballo. De tez morena, mirada del tono topacio, espalda recta, y hombros fuertes, que apenas parecía mirar al resto, solo al frente. El ave se elevó de sus ramas y voló hasta llegar a él. Hasta tocar su hombros. Hasta cruzar miradas