Caroline, de 16 años, había crecido en el orfanato de Elliot Lake, en Canadá, rodeada de otras chicas, que como ella, perdieron a sus padres cuando apenas eran bebés. Los días allí eran siempre igual. El orfanato no era el sitio más seguro, pero sí el único que tenían. Abusos, maltratos y suicidios eran ya algo normal en aquel lugar. Sin embargo, una vez al mes llegaba un nuevo bebé al orfanato, a la vez que una de las chicas desaparecía. Nadie sabía qué era de ellas, sólo que cada mes las cuidadoras elegían a una "afortunada" y se la llevaban. Caroline nunca creyó que algún día le tocaría a ella y desde luego no estaba preparada para descubrir cuál era la verdad y por qué ella tenía la culpa de todo.