Una extraña enfermedad estaba asaltando el mundo magico. Nadie sabía que pasaba ni como estaba extendiéndose tan rápido, pero familias enteras morían en días sin tener oportunidad alguna. Los medimagos no lograban identificar la razón ni las causas, pero cada médico que atendía a algún paciente con aquella extraña enfermedad resultaba infectado y moría rápidamente y, jamás lograrían identificar el origen de tal mal, porque ellos desconocían su lugar de procedencia y menospreciaban a los únicos que tenían la cura. Su arrogancia les iba a matar. El pánico estaba empezando a inundar cada hogar, cada negocio, cada calle. Nunca habían pasado por algo como eso, era nuevo y desesperante y les estaba aniquilando. No había familia que se salvara, ni sangre puras ni mestizos, ni nacidos muggle. Nunca nadie sospecho que el causante de tanto mal era un pequeño niño de ojos verdes en quiénes todos tenían puesta la fe. Ellos le condenaron a una vida fuera de su control, el les condenó a una muerte horrible. Pero, ¡Hey! ¿Quien culparía a un ser tan puro e inocente?