No era la primera vez, ni mucho menos y era como tantas otras, sentada en la taza del baño con los pies encima de la taza, abrazados contra su pecho, sus ojos humedecidos como las otras horas del día. Pero ningún sonido salía de sus labios, tantos años le habían llevado a dominar la técnica de llorar en silencio, sin que nadie escuchara sus sentimientos reprimiéndose y sus ganas de acabar con su vida en aumento, pasando totalmente desapercibida. Otra niña a la que hacían bulling. El problema era que ella no era como otras.