Cuando tu vida se derrumba te das cuenta de la importancia que tienen los pequeños detalles, y de como la felicidad no está en grandezas, sino justo en lo más insignificante. Los misterios más grandes por descubrir son las propias personas, y ese fue el caso de mi padre. Después de una vida casi sin conocerle tuve la oportunidad de encontrarme de nuevo con él, y me di cuenta de que el escondía las mayores virtudes... pero también los peores misterios. Por él sé que siempre hay una forma positiva de ver las cosas, y que nosotros mismos, lo queramos o no, somos el perfecto hogar de nuestros miedos. Para todo aquel que cree que hay personas que te cambian la vida para siempre, y para quién tenga tantas dudas en la cabeza que aún no sepa hacia donde mirar. Es tan real como mi propia vida.
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