En las heladas calles de una ciudad humilde,
Que refleja la experiencia de una pobre víctima,
La que en las noches brinda el placer al individuo,
Que con oro paga por el más íntimo deseo.
Oh bella dama, que brindas tu cuerpo sin pensar en consecuencias,
Que tu alma lastimada no interpone en tu pobre oficio,
Pues tus palabras son ignoradas, tus pensamientos obstruidos,
Y tu libertad...inexistente.
Un deseo es lo que algún día pediste,
Una promesa se cumple, más otro engaño surge,
Mientras mis ojos exhaustos logran ver tu tristeza,
Al tenerte frente a mí, sin amparo, con nulo gozo.
Veo tu rostro formando un sentimiento puro,
La promesa que cumplo, te hace sonreír,
Y si los llantos arruinan tu maquillaje sin perdón,
No habrá problema, pues eres ya libre, sin dudar en ninguna forma.