En la escuela aprendí de pequeño el inmenso mundo que coexiste dentro de una gota de agua, dentro de nuestras células, en cualquier estanque, incluso en los lugares en que nuestros ojos sólo ven espacios vacíos. Comprendí la responsabilidad de portar dentro de nuestro cuerpo un sinnúmero de vidas en proceso de evolución constante. Así comencé a ver el exterior y constantemente me repetía las mismas preguntas ¿cuántos universos paralelos nacen, se desarrollan y mueren en nuestra misma dimensión?. Y lo cierto es que nos aterra el abismo de la verdad y buscamos refugio y comprensión en Dios cuando necesitamos respuestas profundas. Es un cuento infantil para despertar.