“Lirio de la virtud y la castidad, que hace a los hombres semejantes a los ángeles. Nada es bello si carece de pureza, y la pureza de los hombres se llama castidad. Esta virtud recibe asimismo el nombre de honestidad, y el practicarla, honor.”
Ellos muy bien conocían esta frase, como no, la llevaban oyendo desde que poseían uso de razón… Por eso aceptaron tal compromiso, eran tan solo unos niños que no tenía ni idea de lo que se perdían ni mucho menos lo que significaba el peso que cargaban en su cuello.
Ahora ambos se encontraban en el éxtasis de su juventud, con sus diecisiete años solo querían una cosa: Sexo. Él sabía que podía tocarla donde y como quisiese pero había una línea que claramente ninguno de los dos podía cruzar, lamentable para ellos pero ese el precio a pagar con una cruz atada al cuello.