La vida es como un túnel, sabes cómo ha empezado, pero hasta que no llega su final no sabes dónde ni cómo terminara.
Siempre vas hacia delante, porque por muchos errores que cometas en la vida, no puedes retroceder, tienes que ir hacia delante, hasta el momento en que veas la luz del final, la luz que indica que ya no habrá más errores porque ya no hay más tiempo para vivir.
Yo me encontraba en un túnel sin salida, nunca vería su final y, por si fuera poco, cada paso que daba era un error, pero seguía hacia delante, porque como en los túneles con salida, no podía cambiar de dirección e ir hacia atrás.
Hacía ya tiempo que había aprendido que cada uno de esos errores equivalía a hacer un sacrificio. La gente suele decir que por cada sacrificio que hagas tendrás una recompensa, pero la verdad, es que yo en mi vida había sacrificado demasiado y había obtenido muy pocas recompensas. Hasta que llego él.
Él fue la recompensa a todos esos sacrificios, pero antes de conseguirlo, tuve que sacrificar lo que más apreciaba en este mundo. Desde ese momento decidí no seguir los consejos de la gente ni creer en lo que ellos decían, ya que para ellos un error es igual a una recompensa.
Deje atrás la vida que mis padres planearon, mi prometido que me daría el poder terrenal más alto en la nación. Nunca tuve que mover un dedo y no conocía lo que era el dolor. Sin embargo, la ambición de ser más que solo una maquina de bebés me impulso a quizás mi plan más suicida. Entrar al cuadrante de jinetes.
Quizá moría en el intento, pero qué diferencia había si yo solo era una marioneta que no vivía.
Un fanfic de la saga Alas de sangre, derechos de autor de locación, universo a Rebecca Yarros.