-¡¿Cómo esperas que confíe en ti, Gustavo?!-. Le grité con la voz quebrada, lágrimas paseaban desde mis ojos hasta caer por mi barbilla.
-Relajate, no soy como todos imaginan... Ósea, sí soy como todos imaginan pero, no completamente. ¿Entiendes?-. Rió un poco, verlo sonreír era mi perdición.
-Cada día tienes una chama nueva en tu cama, no piensas en los sentimientos de las demás ¿No eres así dices?, yo creo que s...-. Me besó.
-¿No quisieras ser la única que esté en mi cama para siempre?-. Me miraba fijamente a los ojos, supe que ya no había vuelto atrás. Ya me había enamorado, de él.
¿Quieres saber como llegué a esto? Lee la historia y deja de hacerte la paja, mardito. (Si eres chama, deja de meterte dedo).