El espejo miente. El reflejo es una invención, una construcción plana del mundo. El espejo no tiene visión, no hace perspectiva ideológica. Llevamos tanto tiempo buscando qué somos, fingiendo encontrarnos en los productos y objetos, fingiendo ser el reflejo de los anaqueles, que a veces nos sentimos signos de interrogación, árboles sin testigos que caen infinitamente en medio del bosque. Nos encontramos en el reflejo de los ojos del otro, en las pupilas que se clavan en la carne y pierden su color, para transformarse en espejo. Atención a los que nos prestan su cuerpo y tiempo. Para saber quiénes somos hay que observarnos en los ojos del amor. Para amarse se necesita ser amado, amar, y amarse desde el otro. Para verse a sí mismo se debe entrar en un cuerpo prestado, un cuerpo que hizo puertas de las heridas. Para encontrarse se debe tomar poseso el cuerpo que se agrandó estirando la piel en el acto de amar, en el ejercicio de cultivarse, dejando espacio para que dos almas utilicen el mismo par de ojos. Sólo en ese momento nos veremos a nosotros mismos, nos amaremos, nos encontraremos y sabremos quiénes somos.
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