Ella apunta hacia mí y sé que no hay vuelta atrás, voy a morir. Seguramente debería pedirle un poco de piedad, quizá debería arrodillarme y rogarle para que no lo haga, pero mi orgullo se niega a hacerlo. Me mantengo de píe y me aseguro de mirarla directamente a los ojos, espero que su conciencia─sí es que aún le queda aunque sea una pizca de ella─, le cobre lo que yo ya no podré. ─Debiste hacer lo que te pedí─murmura con una voz bastante grave, suena nerviosa, pero la pistola en su mano se ve bastante firme─, es tu culpa, eres tú la que me ha orillado a hacerlo─quiero contradecirla, sin embargo, no me creo capaz de hallar mi voz─, nadie va a encontrarnos aquí, me cercioré de que fuera así, ninguno de ellos va a salvarte, hoy no. No esperaba que lo hicieran─pienso para mí misma antes de cerrar los ojos y escuchar el disparo.