Lo vi parado en el portón de el cumpleañero y nuestros ojos chocaron como en un eclipse, el tapando con su obscuridad mi luz y yo entregandole un rayito de esperanza sin saber lo que hacía. En ese momento supe que mi vida iba a dar un giro de 180° y aquel desconocido estaría implicado en este juego del destino, en donde no habría retorno y las heridas no tendrían cura.