Uno no se enamora igual, no siente igual, no piensa igual, a medida que pasan los años. Obviedad, sí. Pero los treinta y pico tienen esa cosa de mitad de camino entre el ser joven y el reloj biológico/cultural que te agobia. Esta es la historia de cómo separarme (una vez más) me llevó a escribir para buscar respuestas. Y cómo, al final, terminé llenándome de más preguntas.