Verte todos los días era la cosa más hermosa que podía pasarme. Tu sonrisa era capaz de hacerme sentir mejor. Tu mirada hacia que me sintiera protegido. Y tu voz pronunciando mi nombre, Dios... Eso era magia. Eras aquella fuerza que me mantenía de pie, a pesar de que todo a mi alrededor no hiciera más que tratar de derrumbarme. Y maldita la ironía de mi vida, que siendo tu quien me daba motivos para seguir... fuiste tu quien de igual forma me los quitó. (...) «Y ahí fue cuando supe que era demasiado tarde... Era todo. Se había terminado. Ya eras feliz con alguien más. No pude hacer nada, ¿quién era yo para quitarte aquella felicidad?, me dolió pero lo acepté. Bye, bye, my petit Cocinelle Y te deseo lo mejor junto a él, my lady.