Hay historias que en verdad merecen ser contadas. Y a veces las personas no son las mejores adecuadas, pero aún así son contadas. Está en la naturaleza humana contar algunas cosas. Las historias merecen ser contadas alguna vez. Es así, como cual cada trabajo es digno, cada historia también. Las personas, eso si, a veces no le ponen tanto empeño. A veces, las historias ni son para tanto, pero depende cómo cada uno la cuente. A veces, ni tienen el mejor contenido. Aunque es bueno contarlas, ya que estas nacen de un momento hermoso, ya sea una anécdota o una cosa en común. Seguiré diciendo que mi historia no es para tanto, pero es de una cosa simple de lo que partió. una cosa que no se puede vivir otra vez, ya pues el mismo juego no se juega dos veces. Así que ustedes deciden si le toman alguna importancia a esta historia. En ese entonces, ustedes decidirán cómo la califican, pues la historia pasa de mis manos a importancia pública. Aunque los recuerdos aún vivan, nada se borra por completo. Así que ojo, lectores.
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.