"No voy a bailar. Nunca." Su mesa no era lo suficientemente iluminada como para comprender cada gesto aunque estuvieran uno frente al otro, y las luces violáceas se la pasaban danzando en la espalda del castaño, donde la pista de baile se acogía. Tom sentía que si Tord se levantaba o movía, quedaría enceguecido con ellas.
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