"De pequeña mi madre me contaba historias.
Historias de personas que podían controlar los elementos que nos rodean.
Dependía de que nación eran,las cuales ella me decía que en total habían seis naciones.
Primera,La Gran Nación del Fuego,la dominante que podía quemar y destruir todo a su paso.Segunda,La Serena Nación del Agua,a pesar de no gustarle la guerra cuando tenían que pelear,peleaban.Tercera,La Brillante Nación del Rayo,una nación capaz de controlar y crear tormentas eléctricas.Cuarta,La Montañosa Nación de la Tierra, capaces de crear altas e imponentes montañas y partir en dos el suelo. La Quinta,La Ventisca Nación del Aire, eran abanicos gigantes capaces de cortar grandes y angostos arboles.La sexta nación.........Las cinco naciones le decían "Tierra Sin Nombre",no habían personas capaces de poder controlar los cinco elementos,eran personas normales sin ningún poder,las personas que nacían así le decían "No Elemento",sin ningún elemento que controlar,sin ninguna nación a la cual pertenecer.
Mi madre decía que había paz entre estas seis naciones, se ayudaban mutuamente pero había una regla que no podía romperse y era que personas de una nación pisara o se mezclara con otra,tenían su nación y decían que no tendría sentido ir a otra,sin embargo el líder de la nación de la Tierra Sin Nombre decía que habitantes de otras naciones podían estar y quedarse en su nación y hací la Tierra Sin Nombre fue un lugar libre de esa regla.
Mi madre me contaba historias de las seis naciones.
Mi madre me contaba historias pero eso eran,historias,hasta que un día yo estaba siendo molestada y sin detener mi rabia y enojo empecé a quemar todo y a todos.Y supe que las historias que contaba mi madre eran reales."
Una extraña obsesión.
No supo cuando ni como empezó, era extraño que cada vez que lo veía sus instintos se ponía a flor de piel.
Su nombre era Daenerys Targeryen, y su vida había estado marcada por una obsesión silenciosa pero profunda: Jacaerys Velaryon.
Pero, como las olas que golpeaban la orilla, su obsesión se estrellaba contra la dura realidad de que Jacaerys parecía tan distante e inaccesible como el horizonte mismo.