Las cosas en el matrimonio de Thom no iban para nada bien, ya que su esposa, Rachel, había conocido a un hombre exactamente igual al resto y acostumbraba a verlo a escondidas del ojiazul, aunque éste supiese todo. Pero una tarde de otoño, Yorke fue al supermercado para hacer las compras de la semana, donde un cajero jóven de cabello largo y oscuro, de sonrisa infantil y que soñaba con ser biólogo marino lo atendió.