Madelaine está mejor, mucho mejor según dicen sus amigos de Dartford, está superando aquella horrible noche y poniendo su atención en el último año de su carrera. Con tan solo su emblemático lema "Madeleine Prunett siempre no sigue órdenes" ha sobrevivido los últimos dos años, y no te atrevas a decirle qué hacer o a no caer rendido, o, quién sabe, hasta rendida en sus encantos porque lo más probable es que caigas en el Mar Muerto. ¡Já! pobre de ella cuando se entere que el mismo hombre endemoniadamente sexy del bar es el mismo que parece inmune a sus encantos y a sus coqueteos, es el mismo hombre que por primera vez en su vida no puede dominar; un hombre que no se conformará y que la controlará aunque la tratará como si fuese una delicada esmeralda. Pobre de ella cuando sepa que el mismo hombre al que le suplicó por más aquella noche es el que la llevará a hacer cosas que nunca imaginó. Estoy rezando por ella, no quiero ni imaginar cómo se pondrá al saber que ese mismo hombre es... ¿su maestro de sexología? "Era una sensación perturbadora. Con él me sentía a salvo. Y sentirme a salvo era todo lo que yo necesitaba, mi único anhelo. Lo deseo como a nada, me convertía repentinamente en pura sensación. Él me transmitía fortaleza y poder que me irradiaba en ondas de forma embriagante, como lo era él. Lo necesitaba, así como él a mí, incluso, más que eso. Joder... Creo que asusta un poco el nivel de mi deseo". Una historia cargada de sensualidad, romance y, ¿por qué no? Ternura. BAISER © / Edith Jeane