Lo peor de desconocerte a ti mismo es no encontrar ningún lugar en el que encajar. Lo más frustrante de creer que lo sabes todo es tropezar con eso que no puedes entender. Cuando dos personas como Mitchel y Jannik se cruzan, la contrariedad es palpable. Se desata una batalla de instintos; temor versus curiosidad. La necesidad de huir y la necesidad de perseguir se pisan la cola, creando una extraña ambigüedad en la que por momentos no se sabe quién es el gato y quién el ratón.