«Cuando un violín habla, todos callan» fue la frase con la que se identificó John Watson toda su vida. Fanático de la música, melómano con orgullo, siempre había callado al momento de escuchar una melodía y se había deleitado de ella. Pero cuando escuchó por primera vez a Sherrinford Hope no le hizo falta callarse; aquella música simplemente le había robado el aliento.