Su mirada y la mía se cruzaron, el parecía sonrojarse entre más nos mirábamos, se notaba tanto nuestro asombro o interés ya que dejamos a un lado lo que estábamos haciendo.
En cuanto el Sol comenzaba a esconderse, ver los últimos rayos dorados reflejarse en sus ojos y en su pelo era la vista que más admiraba, jamás había visto algo igual.