Bridgett nunca confió en la buena o mala suerte, siempre supo que las riendas de su destino reposaban únicamente en sus manos (o eso quería creer) por lo que cuando se ve al borde del abismo, decide huir, escapando no solo de un terrible matrimonio sino también de un padre violento, chocando en el camino con el ángel perverso de ojos azules, quien sería su salvación y perdición en iguales proporciones. Gabriel el bastardo Cavinish, nunca se vio afectado por el secreto a voces, que consistía ser el hijo ilegitimo de los Duques de Rutland. Todo lo opuesto disfrutaba burlarse de la aristocracia, seducir y conquistar, enredar en su encanto a aquellas desdichadas que tenían la desgracia de cruzarse en su camino, convirtiéndolo a su corta edad en un afamado libertino y en el fondo lo disfrutaba. Nunca imaginó que una ninfa con cabello de fuego y aura celestial se cruzaría en su camino sacudiendo todo a su paso. Perder y encontrar se vuelven sinónimos cuando lo prohibido se vuelve correcto y la libertad una utopía posible.
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