En algún momento fui una chica feliz, me encantaba reírme de casi todo, me podía considerar como una de las personas más felices de la tierra pero siempre sentí que algo me faltaba y aun lo siento, muchas mujeres en la sociedad envidian mi puesto como la esposa del gran multimillonario Iker Montes Luna, dueño de varias de las empresas más importantes de México, claro que si supieran lo infeliz que soy nadie querría estar en mi lugar, es cierto que tuve una boda grandiosa, un vestido espectacular y la mejor fiesta del año, lo que no saben es que 2 años antes mi esposo se quedó conmigo, y digo se quedó porque yo era una de muchas niñas víctimas de la trata de blancas, aquel día él fue a supervisarnos y al verme según el "algo en mi le llamo la atención" no lo pensé dos veces y me quede con él, preferí pertenecerle a él, a ser una más a las que venden por ratos y después de un tiempo aparecen muertas porque ya estaban muy "usadas", con el tiempo aprendí a tratarlo era dulce cuando estaba de buen humor, por lo que debía de ser estrictamente sumisa, cuando le desobedezco puede llegar a golpearme, amenaza con deshacerse de mí, luego de un rato se arrepentía y llegaba a mí con detalles caros que para nada compensaban el dolor en mi alma, aunque debo admitir que mi esposo era el hombre más astuto que había conocido, quien sospecharía que el hombre más rico del país, el empresario más importante de américa seria el dueño de una de las mafias más temidas por el mundo.