El destacado cirujano Alex Karev jamás imaginó que lo único que le faltaba para ser realmente feliz sería una cirujana que le causara un gran dolor de cabeza. Esto hasta que conoció a Freya Andersen, el prodigio de la cirugía cardiotorácica, quien llegó a su vida desde el primer día intentánto que él hiciese un cambio para hacer de su vida una mejor versión de esta. Pero como era costumbre de Karev el no hacer las cosas fáciles. El mundo de ambos dio un giro de ciento ochenta grados, dejando todo de cabeza.
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