La cresta ondulante de la bestia recibía el viento de lado y flameaba como la aleta dorsal de un pez inmenso, pero fueron las velas de los lados que al hincharse le dieron impulso a las patas. Lentamente, aún mitad hundida y temblando, comenzó a salir del cenicero hacia el mar de dunas. Bas la veía moverse, su columna curvándose, y por más que intentaba le era difícil convencerse que no estaba viva.All Rights Reserved
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