En aquél momento, Fernando se dio cuenta que sólo estaba seguro de dos cosas: Había aprendido de que la mujer con piernas de pollo y aquel sentido del humor que lo volvía loco, se llama Lucero Hogaza León y tenía 42 años. Lo demás no importaba y estaba de sobra. No importaban los discos o las novelas, los programas de conducción o la cantidad de premios. En ese momento se prometió así mismo que aprendería cual sería el sabor de helado que la levantaría de su cama si alguna vez la encontraba despierta a media noche bajando las escaleras, memorizaría el proceso de hacerla reír hasta que sus pulmones y los músculos de su estómago no pudieran más; grabaría el mapa de las pecas en su pecho, hombros y espalda en lo más profundo de sus canales cerebrales en un lugar donde nadie pudiera arrebatárselo, ni siquiera ella misma. AVISO: El orden cronológico de esta historia probablemente no concuerda con las fechas reales.