-¡Yo no pedí ésto! -Exclamó Alexander, con un frágil tono en su voz que delataba por completo sus ganas de llorar. Se había hecho ganador de otro encuentro con los abusadores de su salón, y al parecer desde la primera burla, Alexander se convirtió en su juguete favorito. Poco o nada le importaba que se metieran con él y lo golpearan... Pero últimamente... Su alma estaba sensible al más simple tacto. A la más mínima palabra. Y de la forma más injusta, se debía a ESA persona. "El amor es cosa de adultos" dijo alguien alguna vez, incapaz de entender que, incluso los más pequeños, son capaces de sentir esa chispa que nos hace aferrarnos al cariño y la presencia de alguien. Los niños también pueden experimentar las maravillas y los desastres del amor, sin saber cómo ( debería ) funcionar en realidad. [portada en proceso]